1. Residencias artísticas
Roser Bru nacida en Barcelona en 1923. Javier Zamora nacido en la Habana en 1980. 57 años y más de 8.000km separan estas dos vidas que comparten tanto y a la vez son tan distintas. El arte como refugio y vía de escape ante las migraciones forzadas.
Barcelona, 1923
Roser Bru Llop nace en 1923, en Barcelona. Hija del ama de casa Josepa Llop y del político Lluís Bru. Lluís Bru siempre estuvo muy comprometido políticamente, fue fundador de la organización catalanista Joventut Nacionalista La Falç, que más adelante se integraría en Esquerra Republicana de Catalunya.
[Para conocer mejor la figura y la obra de Roser Bru puedes visitar la web de la Fundación Roser Bru]
Roser Bru cuando era bebé / Fundación Roser Bru
Primer exilio en París
A los pocos meses de vida, Roser vive su primer exilio. Su padre, Lluís Bru, fue acusado de un delito de lesa patria debido a su actividad política. Con Roser siendo sólo un bebé, la familia decide trasladarse a París y evitar así el encarcelamiento del padre. El exilio en París durará hasta casi el final de la Dictadura de Primo de Rivera.
Vuelta a Barcelona
En 1928, de vuelta a Barcelona, el padre Bru continúa su actividad política. Un día de primavera de 1931 llega emocionado a casa anunciando que han proclamado la República Catalana.
Durante el período republicano Roser estudiará en el Institut Escola, un centro que apostaba por una enseñanza humanista integral y laica. La afición de Bru por el dibujo nació en el Institut Escola, donde empezó a dibujar de muy joven.
Cuando estalla la guerra, Roser tiene tan solo 13 años. Este acontecimiento marcará su vida y su obra.
La huella de la guerra
A lo largo de su vida Bru creó varias obras referentes a la guerra civil española. Una de las imágenes más repetidas fue la reproducción en distintos formatos de la fotografía de Robert Capa «Muerte de un miliciano».
Unos meses en Montpellier
Al final de la guerra toda la família Bru Llop cruza la frontera hacia Francia. Roser y su hermana Montserrat irán a un centro gestionado por cuáqueros en Montpellier. Sus padres fueron a París, desde allí buscaban lugares para que la gente partiera al exilio.
Objetos de exilio
Los objetos mantienen vivo el recuerdo. Roser Bru conservó la maleta con la que partió de Barcelona y una carta que Lluís Bru envió a sus hijas mientras él estaba en París y ellas en Montpellier.
Llegada a Chile
La família Bru se reunió de nuevo para embarcar en el Winnipeg camino a Chile. El Winnipeg salió de Pauillac el 4 de agosto y llegó a Valparaíso a principios de setiembre. (Ver vídeo 80 aniversario)
Una vez en Chile, los Bru tomaron un tren a Santiago, donde establecerían su residencia. Roser, como toda la familia, se puso a trabajar y enseguida ingresó en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Con el estudio empezó a integrarse más rápido, aunque se casó muy joven y a los 20 años ya había tenido a su primera hija, así que tuvo que afrontar la dificultad de combinar el estudio, el trabajo y la maternidad.
Su padre, Lluís Bru, fue diagnosticado de tuberculosis poco tiempo después de su llegada. El político catalán murió en 1945, fue un momento terrible para Roser.
Roser estuvo siempre muy conectada con el Centro Catalán de Santiago de Chile y muy cercana a la intelectualidad local y al exilio republicano.
El fantasma del regreso
A finales de los 50, Bru tenía toda su vida en Chile, donde trabajaba de profesora de arte en la Universidad Católica y ya era una artista de renombre. Soñaba que regresaba a Barcelona y paseaba por los lugares que marcaron su infancia.
En 1958 logró, por primera vez en casi 20 años, ir a Catalunya. La sorpresa fue cuando se disponía a regresar a Chile y las autoridades no la dejaron salir. Finalmente lo consiguió y al poco tiempo obtuvo la nacionalidad chilena.
A partir de ese momento sus idas y venidas a Cataluña fueron constantes. El matrimonio Aguadé Bru se planteó varias veces volver a vivir en Barcelona, pero la decisión era muy difícil. Ya estaban establecidos en Chile y habría sido como un nuevo exilio. Sus hijas no querían irse. En aquella época Barcelona, sumida en el franquismo, les parecía espantosa al lado de Chile.
Hicieron algunos intentos de establecerse en el Estado español, construyeron un espacio en Ibiza, pero siempre acababan regresando. Aun así, Bru empezó a hacer exposiciones en la capital catalana, pasando largas temporadas en su tierra natal.
A un lado y otro del océano
Casi 20 años pasaron desde que Bru cruzó el Atlántico en el Winnipeg dirección a Chile hasta que pudo volver a pisar su tierra natal. A partir de ese momento hubo muchos viajes. En la foto de la izquierda vemos a Bru con su hija Agna en Ibiza, en la de la derecha una exposición en el Museo de Bellas Artes de Santiago.
La lucha interior
Los años fueron pasando y de repente esa sensación de que la historia se repetía. El gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Allende, fue derrocado por un golpe de estado militar. Augusto Pinochet tomó el poder. Roser Bru decidió quedarse en Chile y resistir desde dentro, pero sus dos hijas se fueron al exilio: Tessa, la mayor, fue a Barcelona, Agna, la menor, a París.
La obra de Bru empieza a estar muy marcada por los acontecimientos políticos en Chile. Su producción es muy prolífica, tiene una necesidad constante de comunicar.
Pasada la pesadilla de Pinochet, la artista catalano-chilena vería reconocida oficialmente su obra con distintos premios, entre ellos destacan el Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda (Chile, 2005), el Premio Nacional de Artes Plásticas (Chile, 2015), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (España, 2018) y la Creu de Sant Jordi (Catalunya, 2020). Roser Bru falleció en mayo de 2021 en la tierra que la acogió. Su nieta Amalá ha llevado su vida y su obra al teatro en el proyecto Bru o el exilio de la memoria
Acontecimientos políticos en Chile
A la izquierda una muestra de afiches creados por Roser Bru contra la dictadura de Pinochet. A la derecha, la artista junto a la expresidenta chilena Michelle Bachelet en la inauguración de la exposición «4 Premios Nacionales», ese fue uno de los últimos actos públicos de Bru.
La Habana
Soy Javier Zamora, nací en la Habana, Cuba, en 1980. En 2012, poco después del asesinato de un amigo, presenté mi tésis de graduación en la Académia Nacional de Bellas Artes San Alejandro. Mi tesis trataba sobre la violencia. En ese momento me encontraba en una lucha interna entre la investigación y el trabajo.
Tesis de graduación
El Salvador
En Cuba conocí una salvadoreña, nos casamos y nos fuimos a El Salvador. Yo pensaba que no era por razones políticas, solo la necesidad de mejorar, porque no me enfrentaba directamente con el régimen. Mi pareja regresó a Cuba para acabar sus estudios.
Me veo en El Salvador, solo con mi hijo de 4 años. ¿Solo? Bueno, no, estaban mis suegros que fueron un apoyo vital. Sumamente importante. En medio de los quehaceres de la casa siempre estaba el arte. Sino me volvía loco.
Cortaba los papeles en 12 pedazos y mientras hacía las cosas de casa iba haciendo garabatos. Se convirtió en un ejercicio. A los días me di cuenta del gesto que reproducía, acabé viendo que eran cabezas y pensé que era la mía, por el lío que tenía en la cabeza.
Doce pedazos de papel de la serie «Solo sé que soy yo» / Javier Zamora
La Habana, resguardando a la familia
En 2014 asaltaron a mi esposa y a mi hijo, la vida en El Salvador era peligrosa y decidimos que fueran a Cuba. Les acompañé y volví a El Salvador. Entonces ya teníamos claro que queríamos venir a España. El reto era conseguir una beca para ir a exponer allí. Por aquel entonces pasé muchas horas en el coche.
De vuelta a El Salvador
Con la familia en la Habana, empecé una serie de fotografía, «Desde adentro». En la calle ves muchas cosas, yo siempre andaba conduciendo y en los semáforos intentaba captar la imagen de los chicos que se acercan a lavarte el cristal. Algunos tenían la edad de mi hijo. Fotografiaba para llevarlo a casa y luego hacer el grabado. A veces me descubrían.
Desde Adentro
Los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen.
Jaén
En 2016 vengo por primera vez a España. Me seleccionaron para el proyecto Abierto por Arte para realizar creaciones artísticas en plena naturaleza. Allí hice una serie de esculturas, «Núcleo», era una representación de nuestra familia a escala humana en un campo de olivos. Estábamos mi mujer, mi hijo, el perrito y yo, representados por brochetas de aceitunas. Fue como venir a plantarse aquí.
Aquello me dio una confianza en mí mismo que no puedo explicar. Me sentía un superhéroe. Me sentía SuperJavier.
Núcleo / Javier Zamora
El Salvador, la Travesía
Yo venía con eso de hacer las cosas correctamente. Yo me fui con mucha ilusión.
A la vuelta voy echando becas, era como un deporte. A partir de ahí, el mil por ciento del plan era ese. Ya vi, ya probé, ya olí, ya sé… Jaén me recordaba a la Habana.
Mientras estoy echando becas me invitan a hacer el decorado de una película. Es una peli de bajo presupuesto, de gente de izquierdas. Me ilusionó hacer cine sin saber. Había que hacer que el lugar pareciera un albergue para migrantes, era cine comunitario, los chavales me ayudaron a pintarlo y a hacer la escenografía.
La película se llama «La Travesía».
Javier con la revista de la película «La Travesía» en la que aparece su decorado / MUME
El Bruc
A finales de 2017, el 1 de diciembre, llego a Cataluña, al Bruc. Vine con un proyecto de grabados que consistía en representar la vida en las residencias artísticas, en el marco de la Residencia Internacional de Arte Can Serrat.
En el Bruc empiezo a darme cuenta de la dificultad burocrática. Mi nueva serie se llamaría «Funcionarios»
Funcionario Number One / Javier Zamora
Madrid
Cuando termino en el Bruc me voy a Madrid, casi vuelvo a El Salvador, habría sido un error tremendo. En Madrid descubro el CEAR y veo la dificultad de mi reto. Entre el orgullo y la dignidad yo dije que no lo quería hacer, que me volvía a El Salvador y me iba a EEUU, que es lo que siempre me han dicho que haga.
Un amigo me insistió mucho. Un día me preguntó qué le diría a mi hijo cuando me preguntara «¿por qué no estoy en España?». Allí vi que tenía que seguir con mi plan.
Entonces entré en una ONG, trabajaba a cambio de comida y casa en un lavadero de coches. Allí también me acompañó el arte, empecé a jugar con el agua, a pintar el lugar.
Jaén, a problemas complejos
Salí de Madrid y volví a Andalucía, pasé por Granada y luego Jaén, donde volví a participar en Abierto por Arte. Allí trabajé por primera vez en la aceituna.
Empecé una serie, se llamaba «A problemas complejos», personajes siniestros, con corbatas, en balsas en el mar. Quiero invertir las cosas, que los que generan esa violencia sean los que van en la patera.
Llegaron mi mujer y mi hijo y fue un tiempo de muchos movimientos entre Cataluña y Andalucía. Alterné trabajos de camarero y en la aceituna.
Serie «A problemas complejos» / Javier Zamora
Setcases
A mi mujer le salió un trabajo en una estación de esquí, trabajaba siete días a la semana. Cuando terminé la campaña de la aceituna, en febrero de 2020, fui a Setcases.
Bajé con mi hijo a Igualada, para estar cerca de Can Serrat, donde habían surgido proyectos que se desvanecieron, y justo habían cerrado Igualada por Covid. En el trabajo de mi mujer le dicen que cierran la estación de esquí. En siete días había que salir de Setcases.
Pandemia: Javier y su hijo agarrando un árbol / Javier Zamora
L’Escala
En esos primeros días de pandemia mi mujer estuvo buscando un nuevo trabajo, finalmente salió l’Escala. Llegamos aquí, sin conocer a nadie, en plena pandemia, solo en casa.
Para mí fue importante volver al mar, tenerlo tan cerca y no poderlo ver en más de un mes y medio hacía más cruda la situación, lo tenía que ver en los ojos de mi pareja. Caminando por la playa me fijé en las cosas que saca el mar, empecé a sacar fotos y me vino la serie Residual Beings.